Spider-Man 1 Review

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Saludos, estimados fanáticos de @cinetv. Hoy quiero hablarles de una película que, en mi opinión, no solo redefinió un género, sino que prácticamente lo cimentó para el nuevo milenio. Se trata de Spider-Man (2002), dirigida por Sam Raimi. Es una cinta que disfrute con ansias febriles en aquel entonces, una época donde las películas de superhéroes no eran el evento cinematográfico semanal que son hoy. Ver ese primer tráiler fue una experiencia casi religiosa. Más de veinte años después, quiero compartir mi análisis de por qué sigue siendo una joya y, francamente, por qué muchas adaptaciones modernas aún no logran capturar su magia.

La película, después de verla incontables veces, pienso que se debió haber llamado Peter Parker el Origen de la Responsabilidad. Tengo muchos elogios como fanático del personaje para la historia que decidieron desarrollar aquí, y uno de ellos es el absoluto y valiente protagonismo que le dieron a lo que bautizó la otra mitad del título. El Hombre.Sí, la película se llama Spider-Man, pero afortunadamente, el propio Spider-Man como el héroe de acción imparable no consume la totalidad de la historia. Al menos no como lo harían las películas de espectáculo vacío que vinieron después. El trepamuros está presente, claro, pero la película entiende que la máscara solo importa por quién está debajo de ella. Pero dejando un poco de lado este acierto fundamental, que es el corazón de la cinta, voy a escribir sobre lo que hizo que todo lo demás funcionara a la perfección.

La actuación de Tobey Maguire me encantó. Y lo digo en serio, me encantó. Verlo con esa vulnerabilidad, esa torpeza social y ese dolor, él era Peter Parker. Su actuación no salvó la historia su actuación es la historia. La transformación de Peter no es solo física es un viaje emocional de culpa y aceptación. Maguire logra que sintamos su marginación como nerd, su asombro genuino al descubrir sus poderes, esa escena en el callejón sigue siendo oro puro, su alegría desenfrenada al probarlos y, de manera devastadora, el peso aplastante del mundo sobre sus hombros tras la muerte del Tío Ben. La escena donde llora frente a su tío moribundo es desgarradora y real. Pero un héroe es tan bueno como su villano. Willem Dafoe como Norman Osborn Duende Verde es, legendario. Verlo interpretar esa dualidad, ese Dr. Jekyll y Mr. Hyde corporativo, fue lo mejor de la película en términos de antagonista. Esa famosa escena del espejo, donde debate consigo mismo, es una clase magistral de actuación física. Dafoe le da al Duende una locura aterradora que equilibra perfectamente el tono de cómic de Raimi. No era solo un monstruo era un hombre fallido, un padre terrible y un genio consumido por su propia arrogancia.

El resto del elenco es igual de sólido. Simmons como Jonah Jameson no es una interpretación, es literalmente el personaje arrancado de las páginas del cómic y puesto en pantalla. Cada línea de diálogo es memorable. Kirsten Dunst como Mary Jane Watson capturó esa mezcla de la chica de al lado con una ambición y una tristeza ocultas. Y aunque James Franco como Harry Osborn tendría un desarrollo mucho más profundo en las secuelas, aquí planta la semilla del conflicto y la tragedia que se avecina. La producción hizo un trabajo estelar al contratar a su elenco a nivel general, todos estuvieron excelentes. El problema de muchas películas de superhéroes modernas no son sus personajes, ni sus actuaciones, ni sus efectos especiales de miles de millones de dólares. El problema es la falta de alma, la falta de una visión de autor. Spider-Man no tiene ese problema.

La estética, la banda sonora, la cinematografía todo eso estuvo a todo dar. En ese aspecto, le dieron a los fans lo que esperaban y mucho más. La dirección de Sam Raimi es palpable en cada fotograma. Sus zooms rápidos característicos, su uso de ángulos holandeses, e incluso sus guiños al terror, la primera aparición del Duende en Oscorp es puro Raimi, le dan a la película una personalidad única. No se siente como un producto ensamblado por un comité, más bien como una película de Sam Raimi. La banda sonora también es otra historia, valga la redundancia. El tema principal de Danny Elfman es, sin lugar a dudas, una de las partituras de superhéroes más histórica de todos los tiempos. Es heroica, es triunfante, pero también tiene una corriente de melancolía que encapsula perfectamente a Peter.

Todo empezó estupendamente, de manera clásica, honrando las raíces de Stan Lee y Steve Ditko. La película se toma su tiempo, casi 40 minutos, antes de que Peter se ponga un traje improvisado. Nos muestra su vida, sus problemas, sus anhelos. Nos hace importar Peter Parker. Y en ningún punto la trama se va en declive, al contrario, enfoca su desarrollo en las consecuencias de sus acciones, dejando de lado el espectáculo vacío por el desarrollo del personaje. La película entiende que el poder no es un regalo, es una carga. Insisto con este tema del enfoque en Peter porque la película también integró un villano icónico y espectacular, pero lo mejor no es solo eso. Lo mejor fue que el villano era el reflejo oscuro y distorsionado del héroe.

Tanto Peter como Norman obtienen sus poderes en accidentes de laboratorio, ambos son arañas y duendes metafóricos. Pero mientras el poder expone la nobleza y la culpa inherente de Peter, expone la megalomanía y la ira de Norman. La película es una tesis sobre el poder y la elección. Tú y yo no somos tan diferentes, le dice el Duende, y tiene razón en la premisa, pero se equivoca en la conclusión. Es la responsabilidad lo que los diferencia. Eso fue lo que realmente me encantó y me sigue fascinando. Cambiarle el enfoque a lo que, hasta ese momento, eran mayormente películas de acción como Blade o X-Men. Spider-Man nos demostró que un héroe no es invencible, no es un dios, ni un mutante súper genial. Es un chico que vive en Queens, que no puede pagar la renta, que es rechazado por la chica que ama, y que sangra. El traje no lo protege del dolor emocional. La lucha final no es para salvar al mundo de un rayo azul en el cielo. Es una pelea sucia, brutal y desesperada en un edificio abandonado por la vida de la mujer que ama. Es personal. Peter recibe una paliza, su traje se desgarra, su rostro se hincha. Vemos el esfuerzo, el dolor.

Spider-Man es Peter Parker, y siempre lo será. Sin importar cuántos años pasen, su lado humano falible y su estructura moral compleja siempre prevalecen. Su lado salvaje no es la araña es su propia humanidad luchando contra el deber. Y es lo que ha sido fiel a lo largo de los cómics, para que venga Sam Raimi a cimentarlo en la cultura pop de una manera que nadie había logrado antes. Quedé con ganas de ver más, sí, pero porque la película era excelente, no porque le faltara algo. Quedé devastado con ese final agridulce. Peter gana, derrota al villano, pero lo pierde todo. Pierde a Ben, pierde a Norman su figura paterna sustituta, y debe rechazar a Mary Jane para protegerla. El plano final de él alejándose, aceptando su destino solitario, es una de las conclusiones más maduras.
Opinión y conclusión
En ese aspecto, la película no me decepcionó en lo más mínimo. Por eso le doy un 10/10 Así que en resumen no podría haber sido mejor para su tiempo. Fundó las bases de todo lo que vendría después, y pocas han logrado hacerlo con tanto corazón.
