🎞️ "Dune: Parte Dos"||Reseña de Marabuzal| ESP-ENG
Dune: Parte Dos es una declaración de intenciones. Es el rugido seco del desierto, el estruendo de un gusano de arena emergiendo en la pantalla más grande posible. El director Denis Villeneuve nos entrega el espectáculo que la ambición de Frank Herbert merecía, llevándonos al corazón de Arrakis para presenciar la transformación de Paul Atreides de joven exiliado a líder mesiánico, un viaje que se siente inevitable y profundamente trágico.
El gran triunfo del guión, coescrito por Villeneuve, Jon Spaihts y Craig Mazin, reside en su ritmo narrativo. A diferencia de la meditabunda y a veces distante Parte Uno, esta secuela avanza con una fluidez impresionante, impulsada por la necesidad de supervivencia y la acelerada inmersión de Paul en la cultura Fremen. El equilibrio entre las intrigas políticas del Imperio (encabezadas por la manipulación Bene Gesserit) y el misticismo del desierto es casi perfecto.
Dune: Part Two is a declaration of intent. It’s the dry roar of the desert, the thunder of a sandworm erupting onto the largest screen imaginable. Director Denis Villeneuve delivers the spectacle that Frank Herbert’s ambition deserved, plunging us into the heart of Arrakis to witness Paul Atreides’ transformation from exiled youth to messianic leader—a journey that feels both inevitable and deeply tragic.
The screenplay, co-written by Villeneuve, Jon Spaihts, and Craig Mazin, triumphs in its narrative rhythm. Unlike the meditative and at times distant Part One, this sequel flows with impressive momentum, driven by the urgency of survival and Paul’s accelerated immersion into Fremen culture. The balance between the Empire’s political intrigue (spearheaded by the Bene Gesserit’s manipulation) and the desert’s mysticism is nearly flawless.
Sin embargo, el guión toma una decisión consciente: reducir el monólogo interno y la complejidad filosófica de Paul en favor de la acción y la manifestación externa del mito. Si bien esto sacrifica la completa exploración de la carga profética y la preocupación de Paul por su propio destino, compensa al hacer de Chani (Zendaya) la voz crítica del espectador, anclando la narrativa en el escepticismo humano y la resistencia a la manipulación. El uso de la fe como arma, tema central de Herbert, se aborda con una claridad escalofriante, mostrando la fabricación del mito Lisan al-Gaib paso a paso, lo que dota a la trama de una puesta contemporánea demoledora.
El reparto es como una orquesta sinfónica afinada a la perfección. Timothée Chalamet finalmente explota en su rol. Su Paul Atreides en esta entrega es un estudio fascinante de la dualidad: por un lado, un joven que busca la aceptación y el amor; por otro, un hombre que asume con fría determinación su papel de destructor. Su actuación es convincente al pasar de la duda a la convicción, anclando el peso emocional de la película.
Yet the script makes a deliberate choice: it pares down Paul’s internal monologue and philosophical complexity in favor of action and the external manifestation of myth. While this sacrifices a fuller exploration of his prophetic burden and anxiety over destiny, it compensates by making Chani (Zendaya) the viewer’s critical voice—anchoring the narrative in human skepticism and resistance to manipulation. The use of faith as a weapon, a central theme in Herbert’s work, is addressed with chilling clarity, showing the step-by-step construction of the Lisan al-Gaib myth, giving the plot a devastatingly contemporary resonance.
The cast performs like a perfectly tuned symphony. Timothée Chalamet finally erupts in the role. His Paul Atreides is a fascinating study in duality: on one hand, a young man seeking acceptance and love; on the other, a figure who coldly embraces his role as destroyer. His performance is compelling as he shifts from doubt to conviction, grounding the film’s emotional weight.
Zendaya como Chani es la fuerza moral, y su química con Chalamet es el motor romántico, pero también el principal punto de tensión dramática. Ella no es la mera figura de interés; es el contrapeso ideológico que impide que la historia se deslice hacia la glorificación. En el otro extremo, Austin Butler es una revelación espeluznante como Feyd-Rautha. Butler no solo encarna la locura de la Casa Harkonnen, sino que con su voz, movimientos y esa aterradora palidez, construye un villano funcional y memorable que sirve como el perfecto antagonista brutal de Paul, culminando en un duelo final coreografiado con precisión quirúrgica. Por su parte, Rebecca Ferguson (Lady Jessica) demuestra una actuación sinérgica con la trama, interpretando a una matriarca implacable que manipula el sistema de creencias con una intensidad contenida y aterradora.
Cuando la veo imagino que Villeneuve, junto al director de fotografía Greig Fraser, no solo filma; construye murales. La fotografía es un triunfo de texturas, luz y escala, que usa el desierto no solo como un escenario, sino como un personaje opresivo e inmenso. El uso de la luz y la sombra en Giedi Prime (hogar de los Harkonnen),filmada en blanco y negro infrarrojo, es un golpe de genialidad visual que establece un contraste con el ocre interminable de Arrakis.
Zendaya’s Chani is the moral force, and her chemistry with Chalamet fuels the romance—but also the film’s central dramatic tension. She is no mere love interest; she is the ideological counterweight that prevents the story from slipping into glorification. On the opposite end, Austin Butler is a chilling revelation as Feyd-Rautha. He doesn’t just embody the madness of House Harkonnen—through voice, movement, and that terrifying pallor, he constructs a functional, memorable villain who serves as Paul’s brutal mirror, culminating in a final duel choreographed with surgical precision. Meanwhile, Rebecca Ferguson (Lady Jessica) delivers a performance in perfect synergy with the plot, portraying a relentless matriarch who manipulates belief systems with terrifying, restrained intensity.
Watching it, I imagine Villeneuve and cinematographer Greig Fraser not merely filming, but painting murals. The cinematography is a triumph of texture, light, and scale, using the desert not just as a setting but as an oppressive, immense character. The use of light and shadow in Giedi Prime—shot in infrared black and white—is a stroke of visual genius, establishing a stark contrast with Arrakis’s endless ochre.
El diseño sonoro y la música de Hans Zimmer son, una vez más, la columna vertebral de la magia. Los sonidos del desierto, el bramido del gusano de arena, y los cánticos Fremen crean una atmósfera densa que es tan vital para la experiencia como la imagen misma. El montaje es feroz, manteniendo las 166 minutos de duración tensas, con pocas pausas para la reflexión, lo que empuja el ritmo hacia su final cataclísmico.
Dune: Parte Dos es un logro monumental que eleva el listón para la épica de ciencia ficción. Villeneuve ha demostrado que la gran escala no tiene por qué sacrificar la profundidad temática. Si bien peca ligeramente en la prisa por cerrar ciertos arcos espirituales, la película se redime al mostrar con una franqueza impactante cómo el destino, la manipulación y la fe se combinan para crear monstruos mesiánicos.
Es una obra de una belleza visual deslumbrante y una fuerza dramática innegable. Mi recomendación es incondicional: véanla. Pero no esperen una celebración. Esperen un espectáculo de guerra, fe y poder que es tan convincente como manipulador, y que nos deja con la melancolía de saber que los héroes a veces son solo precursores de algo mucho más terrible.
Hans Zimmer’s sound design and score are once again the backbone of the magic. The desert’s sounds, the sandworm’s roar, and the Fremen chants create a dense atmosphere that’s as vital to the experience as the visuals themselves. The editing is ferocious, keeping the 166-minute runtime taut, with few pauses for reflection, propelling the pace toward its cataclysmic finale.
Dune: Part Two is a monumental achievement that raises the bar for science fiction epics. Villeneuve proves that grand scale need not come at the expense of thematic depth. Though it stumbles slightly in its haste to close certain spiritual arcs, the film redeems itself by showing—unflinchingly—how destiny, manipulation, and faith can combine to forge messianic monsters.
It is a work of dazzling visual beauty and undeniable dramatic force. My recommendation is unconditional: see it. But don’t expect a celebration. Expect a spectacle of war, faith, and power that is as compelling as it is manipulative—and leaves us with the melancholy realization that heroes are sometimes just the harbingers of something far more terrible.
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Vi Dune la primera y me gustó. Está segunda entrega aún no la he visto, por lo leído es buena. Tendrá que verla para ver qué tal está. Gracias por la recomendación y compartir tu reseña con nosotros. Saludos.
Buenas noches bienvenido a mi blog.
Es un placer enorme tenerte por aquí. Ojalá que se repita y te agradezco las palabras por mi reseña.
Un abrazo
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