"The Kid" (1921): Charlot and the Little Hero of the Slums | MARABUZAL REVIEW
This film, the first feature he directed entirely, was born from a personal tragedy—the death of his son—and resonated so deeply that it became a universal testament to resilience and love in the midst of poverty.
Charlot finds an abandoned baby in an alley and, after several failed attempts to leave the baby in "better hands," decides to raise the baby as his own. What begins as an absurd situation—a homeless man caring for a child—leads to a relationship that defies all logic of urban survival.
Five years later, the child—played by Jackie Coogan in a role that would make him famous—becomes Charlot's ideal companion. Together they develop a "business" as ingenious as it is illegal: the child breaks windows with stones, and Charlot magically appears as a glazier to repair them.
The scenes are brilliant: from the boiled shoe breakfast—where shoelaces become spaghetti and nails become delicacies—to the fight against the neighborhood bully, where Chaplin displays his talent for turning everyday objects into comic weapons.
But the humor is never gratuitous; each gag reflects the creativity born of necessity, and the complicity between the two protagonists is so contagious that the audience can't help but laugh and be moved at the same time.
The story's villain—an orphanage driver with a sinister mustache—bursts in to try to separate the boy from Charlot, unleashing a chaotic chase across rooftops and streets that culminates in an unlikely and moving rescue.
Chaplin uses the film to criticize the coldness of institutions toward the most vulnerable, but he does so with such a lighthearted tone that the social message permeates without sermonizing. The film, though silent, speaks loudly with its images: poverty is not just a lack of money, but also the struggle to maintain dignity and emotional ties in a world that marginalizes the weak.
Jackie Coogan, only seven years old, steals scenes with his boundless expressiveness—whether looking with mischievous innocence or throwing stones with professional precision—and becomes the perfect counterpoint to Charlot's elegant pathos.
"The Kid" was a resounding success upon its release and cemented Chaplin's position as a storyteller capable of blending the grotesque with the sublime. It remains relevant today not only for its technique—the use of the split screen in the dream sequence was groundbreaking—but for its timeless message: family is defined not by blood, but by loyalty and the ability to laugh together at misfortunes.
The final scene, where Chaplin and the kid are finally reunited, is an embrace of cinema itself, of its power to unite us in laughter and tears. If there's one film that proves that art doesn't need words to be universal, it's this one. Chaplin summed it up best: "Humor is a proof of freedom, and love its best disguise."
en español
Charles Chaplin creó una de las películas más emblemáticas del cine mudo con "El chico", pero también legó al mundo una obra maestra, que logra equilibrar la comedia física, la crítica social y la ternura.
Esta cinta, es el primer largo que dirigió por completo, y la idea nació de una tragedia personal, la muerte de su hijo, caló tanto que se convirtió en un testimonio universal sobre la resiliencia y el amor en medio de la pobreza.
Charlot encuentra a un bebé abandonado en un callejón y, tras varios intentos fallidos de dejarlo en "mejores manos", decide criarlo como propio. Lo que comienza como una situación absurda—un vagabundo cuidando a un niño—deriva en una relación que desafía todas las lógicas de la supervivencia urbana.
Cinco años después, el niño—interpretado por Jackie Coogan en un papel que lo haría famoso—se convierte en el compañero ideal de Charlot. Juntos desarrollan un "negocio" tan ingenioso como ilegal: el niño rompe ventanas con piedras y Charlot aparece mágicamente como cristalero para repararlas.
Las escenas son brillantes: desde el desayuno a base de zapato hervido—donde los cordones se convierten en espaguetis y los clavos en delicias—hasta la pelea contra el matón del barrio, donde Chaplin despliega su talento para convertir objetos cotidianos en armas cómicas.
Pero el humor nunca es gratuito; cada gag refleja la creatividad que nace de la necesidad, y la complicidad entre los dos protagonistas es tan contagiosa que el público no puede evitar reír y emocionarse al mismo tiempo.
El villano de la historia—un conductor de orfanato con un bigote siniestro—irrumpe para intentar separar al niño de Charlot, desatando una persecución caótica por techos y calles que culmina con un rescate inverosímil y conmovedor.
Chaplin aprovecha la cinta para criticar la frialdad de las instituciones hacia los más vulnerables, pero lo hace con un tono tan ligero que el mensaje social se filtra sin sermones. La película, aunque muda, habla a gritos con sus imágenes: la pobreza no es solo falta de dinero, sino también la lucha por mantener la dignidad y los lazos afectivos en un mundo que margina a los débiles.
Jackie Coogan, con solo siete años, roba escenas con su expresividad desbordante—ya sea mirando con inocencia pícara o lanzando piedras con precisión profesional—y se convierte en el contrapunto perfecto al patetismo elegante de Charlot.
"El chico" fue un éxito rotundo en su estreno y consolidó a Chaplin como un narrador capaz de mezclar lo grotesco con lo sublime. Hoy sigue siendo relevante no solo por su técnica—el uso de la pantalla dividida en la secuencia del sueño fue innovador—sino por su mensaje atemporal: la familia no se define por la sangre, sino por la lealtad y la capacidad de reírse juntos de las desgracias.
La escena final, donde Charlot y el niño son finalmente reunidos, es un abrazo al cine mismo, a su poder para unirnos en la risa y la lágrima. Si hay una película que prueba que el arte no necesita palabras para ser universal, es esta. Chaplin lo resumió mejor: "El humor es una prueba de libertad, y el amor su mejor disfraz".
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No basta con decir que yo hubiese hecho lo mismo que él al recoger el niño abandonado. Me conmueve profundamente porque lo hizo aún siendo vagabundo. Su ternura y esfuerzo me enternecen, sacándome más de una sonrisa y muchas lágrimas.
La escena final, donde le quitan al pequeño, me parte el alma, sintí su desolación. Pero esa última sonrisa de complicidad entre ellos me devuelve la fe.
Y tan irónico ha sido este filme, por el tema, por Chaplin, por el género, por la fotografía, que aún se venden obras con estas imágenes del de Chaplin con el Chicuelo.
La película me hizo reír y llorar, pero siempre veo cualquier fragmento y recuerdo que en ellos está la belleza de un vínculo que no lo determinó la sangre sino el destino.
Un abrazo 💜
Reír y llorar es una combinación que no todo el mundo logra.
Tu comentario además me hace reflexionar, estar aquí y ahora, con la mente en las cosas pequeñas que nos suceden y nos hacen crecer.
Abrazos ❤️
It's sonrisa y muchas lágrimas.
La escena final, donde le quitan al pequeño, me parte el alma, sintí su desolación. Pero esa última sonrisa de complicidad entre ellos me devuelve la fe.
Y tan irónico ha sido este filme, por el tema, por Chaplin, por el género, por la fotografía, que aún se venden obras con estas imágenes del de Chaplin con el Chicuelo.
La película me hizo reír y llorar, pero siempre veo cualquier fragmento
Chaplin tenía esa capacidad de llegar al corazón de las personas con una broma que nunca estaba lejos de la realidad de las cosas. A veces me parece mágica su capacidad para transmitir emociones sin uso del color y sin sonido, su genialdiad impresiona tanto como su versatilidad.
Ángel y genio. Todo en uno. 🌿
Soy eterna amante de las películas silentes y Chaplin fue el mejor de todos los tiempos 🥰
Sin dudas, hermosa.
Te agradezco mucho la entrada, saberte cerca, animada🌻
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saludos
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