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Las joyas del cine a veces se encuentran ocultas, difíciles de hallar en un mar de publicidad barato en el que, de alguna forma u otra, se cuelan los peores largometrajes. Agradezco a los ángeles del mundo por existir, ya saben, personas que salen del habitual mundo de Hollywood para hallar filmes mucho más hermosos y dignos de disfrutar. ¿Y por qué digo todo esto? Me han recomendado algunas películas hispanoamericanas en las últimas semanas, y la verdad, nunca había estado tan enamorado del cine hispano como lo estoy ahora. Esta vez tuve la oportunidad de ver El Ciudadano Ilustre, un film donde el arte es una espiga venenosa: corrompe, hiere y destruye…

¿No hemos visto esto antes?

De alguna forma u otra estamos condenados a esbozar una calumnia sobre el mundo. Queremos transformar la realidad a nuestro gusto, porque la realidad suele ser estúpidamente aburrida. Historias van y vienen, con personajes siniestros, o débiles, o sin vergüenzas, o simplemente bondadosos. El autor o creador plasma un poco de sí mismo en su obra, pues difícilmente el arte puede desligarse del artista… ¿o sí?

¿Somos entonces lo que creamos? ¿Cómo sabemos que nuestra visión es la correcta? ¿Qué es lo que nos hace ilustres? El origen a la matriz de estas incógnitas se encuentra, desde luego, en la cuna de nuestras propias experiencias; algo correlacionado de principio a fin con un largometraje donde dicha cuna, precisamente, es un auténtico infierno.

_{Imagen editada en Canvas}

Esta película es en esencia la vida de un hombre que, gracias a su talento incuestionable para las buenas historias, ha conseguido ganar el premio nobel de la literatura. No obstante, Daniel Montovani (el nombre de nuestro protagonista) decide considerar el galardón como la muerte definitiva a su carrera de escritor. Es así como este ególatra y narcisista autor regresa a su mundo de soledad hasta que, en un día cualquiera para rechazar entrevistas, Daniel recibe la humilde propuesta de regresar a su pueblo Natal en Argentina a recibir una agraciada condecoración: ser el ciudadano ilustre de Salas.

Él acepta, pero decide viajar sin la intromisión de la prensa o su equipo de trabajo. El viaje en solitario y las viejas amistades lo llevarán a rencontrarse con un pasado estrepitoso, lleno de amores prohibidos y gente peligrosa: gente sin algún valor verdadero por el arte. Cuestionado por el origen de inspiración de sus novelas y perseguido por la moral tambaleante de su creatividad como escritor, Daniel Montovani deberá escapar de un pueblo enterrado en una cultura sin remedio, no sin antes pagar las consecuencias.

El Ciudadano Ilustre, en este contexto, es un largometraje dramático de esencia, con un poco de humor para aligerar una trama que encanta desde el principio. Es una aventura crítica a la noción latinoamericana, dominada por el poder y el prestigio, sin dejar a un lado tan fastidioso privilegio. Daniel representa esa parte aislada que, aun formando parte del mismo círculo, ha sido capaz de desprenderse para convertir la ironía de su cultura en una autentica obra de arte. No obstante, su regreso a Salas (su pueblo de origen) simboliza más que una redención; es una forma distinta de ratificar la naturaleza despectiva de su propio arte literario.

_{Fuente: Imdb}

No puedo negar que amé la película, sobre todo porque también soy escritor y quizás un día (nada es imposible, XD) pueda ganarme un nobel de la literatura. LOL. Curiosamente vengo de un pequeño pueblo como el protagonista de este largometraje, y además, me sentí muy identificado con él. A veces lo que sucede en los lugares más pequeños y humildes puede ser realmente fascinante, quizás porque el arte creativo permite transformar una sampablera entre dos vecinas en una historia de dos mujeres peleadas por el futuro de la humanidad, por ejemplo. Gran parte de los autores literarios de Latinoamérica usaron sus propios orígenes como una fuente de inspiración: de ahí la magia en sus escritos, una magia saturada con ironía y sarcasmo, pero arte al fin.

Mirando el largometraje noté algunas conexiones con la obra cinematográfica “Competencia Oficial”, historia en la cual conocí por primera vez al actor Oscar Martínez, quien protagoniza ambos largometrajes. Resulta que en las dos estuvieron involucrados Gastón Duprat y Mariano Cohn, joyas del cine argentino, por lo que no es de sorprender que el hilo del argumento desarrollado en el Ciudadano Ilustre hayan relucido en Competencia Oficial como telón de fondo. ¡Eso me fascinó! Además, el humor que caracteriza ambos filmes tiene una sutileza jocosa… es difícil no reírse con la cantidad de situaciones descabelladas que se plantean en cada una de las escenas.

La idea de un escritor que busca la redención en su pueblito natal me pareció, en todos los sentidos, brillante. La evolución del personaje principal va en círculos, digamos que hay un cambio significativo más afincado a la convicción que a la moral. Al final el largometraje gira alrededor de las descabelladas decisiones de su protagonista, todo impulsado por su egoísmo, su percepción arcaica y moralmente cuestionable. Me gustó el desenlace, ¡La película me dejó un grato sabor de boca! Nunca imaginé que esto podría suceder con un film de origen latinoamericano.

El Ciudadano Ilustre: ¿Realmente vale la pena?

_{Fuente: Imdb}

El Ciudadano Ilustre nos lleva a la reflexión del choque infinito entre dos realidades, una que dice ser la perfecta, y la otra que lo negará hasta la muerte. Los logros, premios y trofeos no nos convierten en personas “venerables”, más bien en víctimas: víctimas del amor y el odio, y sobre todo víctimas de nuestro orgullo. Pero nada es inquebrantable; todo puede cambiar para peor. Este largometraje es un viaje de sinceridad abrupta, de pasiones revividas y conflictos que, aunque parezcan estúpidos, son la pura muestra de una verdad simuladamente olvidada.

El drama no se centra en sentimentalismos o tramas desabridas, el punto de partida es ese autor descarado con la mala costumbre de gritar siempre la verdad, aunque lo amenacen de muerte o termine en una relación de amor peligrosa. Daniel Montovani es y será siempre Daniel Montovani; así somos los escritores: sin pelos en la lengua. Todo esto me lleva a recomendar El Ciudadano Ilustre incluso con los ojos cerrados. En esta ocasión, el arte y el artista irán a una cita por la inspiración, ahí donde esperan docenas de aplausos, huevos podridos y unos cuantos balazos.

¿No es eso interesante?

Poster Oficial

_{Fuente: Imdb}

Tráiler Oficial