MOVIE REVIEW: “Train Dreams” (2025)

Synopsis: A quiet lumberjack leads a peaceful life (although seemingly without major purpose) while dealing with love, loss, and memories during a time of intense environmental transformation in the United States, specifically at the beginning of the 20th century.

The idea of being able to see beauty in sadness may even be antagonistic for many people (and naturally this has a human factor that is easily understandable within a sphere that is always very complex), but if we can all develop the ability to differentiate these moments (even if this always requires a more refined level of self-knowledge from us), everything becomes relatively more "understandable" as we organize everything on different shelves in our minds. The sobriety of this touching script manages to prove this, and director Clint Bentley (partially responsible for also writing part of the script) does an incredible work.

Following in the footsteps of the determined protagonist Robert Grainier (a psychologically melancholic lumberjack whose life changes completely after meeting Gladys, the woman with whom he starts a family), the audience gets an immersive look at the daily professional routine in the lives of a group of lumberjacks, who eventually work together at different times and consequently end up sharing fun and exciting moments as they exchange personal experiences amidst the "confinement" required within the forests with very imposing trees that give us a clear sense of longevity through time (even though "covered" by buildings).

Amidst the grueling routine of an exhausting work, Robert must then deal with two specific situations: living life alongside his family (wife and daughter) and living life as a lumberjack without great professional prospects. The mental balance required of Robert to manage this is felt by the audience, and everything becomes even worse when a tragic event occurs in his life, creating a dark sphere where the simplicity of some events has a much greater weight than any of us can imagine. The script captures this essence and throws it all onto the screen, but does so in a linear way, without major surprises or emblematic moments... It's "just" life happening.

Between the bucolic and the idyllic, the plot unfolds amidst many beautiful natural landscapes (highlighting the work of a photography team that is undeniably competent and meticulous in its ability to fill our eyes with so many easily appreciable locations), placing within them a character who has a simple construction, but who is at the same time strong and sensitive due to the gains and losses he carries with him throughout his life. All of this is embraced by a monochromatic soundtrack, but one that is totally assertive in every chord, managing to tie together so many (and different) types of feelings within the same meaningful "package".

There's a good dose of lyricism within this script, because the way the plot unfolds favors a relatively slow pace for what's happening. However, this rhythm is more than justified because the movie draws all its driving force from an exciting journey through time within the United States during profound transformations (with an obviously environmental focus, but also with political and technological touches, which are presented to the audience in a "dry" and "raw" way, just to highlight the most specific changes... such as the arrival of the chainsaw for cutting logs, and the implementation of new environmental protection policies).

The movie is narrated (by Will Patton) in the third person, and tells Robert's story with intense dramatic weight, while also managing to be very calm in more precise moments. Literally, like all the ups and downs in anyone's life. Dealing with love, loss, grief, guilt, and memories (among other less profound themes, but still important for the development of this solid narrative), we are faced with a deep, poetic, and reflective journey about how important it is to value the entire path and not just the destination. Metaphorically, the script also relies on some elements that make us doubt everything that is on the screen.

Alongside names like Felicity Jones and William H. Macy (who play good supporting characters... but who could have been better developed), Joel Edgerton delivers a relatively "restrained" performance, but one that is equally explosive at the right moments, skillfully exploring the ghosts of the past within a mind disturbed by an immeasurable lack of value. The script favors the presence of all the characters (albeit in a more superficial way at times), giving them specific functions within the plot (I only missed a greater interaction between them to better solidify the idea of human interaction within the group).

Train Dreams is a movie that, above all, speaks about the resilience of human beings in their ability to rebuild themselves amidst chaos. In parallel, it's a movie that (personally speaking) "transforms" the train tracks into a great analogy for how each person is capable of creating and leaving legacies at different stations throughout their lives (something subtly shown when the workers talk about their adventures in each type of work done in various regions). It is precisely in the third act that the plot grows immensely, making us reflect deeply on how we ourselves are building our own path, nurturing the idea of not being forgotten.

Sinopsis: Un leñador tranquilo lleva una vida apacible (aunque aparentemente sin propósito principal) mientras lidia con el amor, la pérdida y los recuerdos durante una época de intensa transformación ambiental en Estados Unidos, concretamente a principios del siglo XX.

La idea de ver la belleza en la tristeza puede resultar antagónica para muchos (y, naturalmente, esto tiene un factor humano fácilmente comprensible en un ámbito siempre complejo), pero si todos desarrollamos la capacidad de diferenciar estos momentos (aunque esto siempre requiera un mayor autoconocimiento), todo se vuelve relativamente más “comprensible” a medida que organizamos todo en diferentes estantes de nuestra mente. La sobriedad de este conmovedor guion lo demuestra, y el director Clint Bentley (en parte responsable de escribir parte del guion) realiza un trabajo increíble.

Siguiendo los pasos del decidido protagonista Robert Grainier (un leñador psicológicamente melancólico cuya vida cambia por completo tras conocer a Gladys, la mujer con la que forma una familia), el público obtiene una mirada inmersiva a la rutina profesional diaria en la vida de un grupo de leñadores, que eventualmente trabajan juntos en diferentes momentos y en consecuencia terminan compartiendo momentos divertidos y emocionantes mientras intercambian experiencias personales en medio del "confinamiento" requerido dentro de los bosques con árboles muy imponentes que nos dan una clara sensación de longevidad a través del tiempo (aunque "cubiertos" por edificios).

En medio de la agotadora rutina de un trabajo lleno de tensión, Robert debe lidiar con dos situaciones específicas: vivir junto a su familia (esposa e hija) y vivir como leñador sin grandes perspectivas profesionales. El equilibrio mental que Robert necesita para gestionar esto es palpable para el público, y todo se agrava aún más cuando un trágico suceso en su vida crea una atmósfera oscura donde la simpleza de algunos acontecimientos tiene un peso mucho mayor del que cualquiera de nosotros pueda imaginar. El guion captura esta esencia y la proyecta en pantalla, pero lo hace de forma lineal, sin grandes sorpresas ni momentos emblemáticos... Es “simplemente” la vida transcurriendo.

Entre lo bucólico y lo idílico, la trama se desarrolla entre hermosos paisajes naturales (lo que resalta el trabajo de un equipo de fotografía innegablemente competente y meticuloso, capaz de llenarnos la vista con tantos lugares fácilmente apreciables), enmarcando en ellos a un personaje de construcción sencilla, pero a la vez fuerte y sensible debido a las ganancias y pérdidas que arrastra a lo largo de su vida. Todo esto se enmarca en una banda sonora monocromática, pero totalmente asertiva en cada acorde, logrando conjugar sentimientos muy diversos en un mismo y significativo "paquete".

Hay una buena dosis de lirismo en este guion, ya que el desarrollo de la trama favorece un ritmo relativamente lento para lo que sucede. Sin embargo, este ritmo está más que justificado, ya que la película se nutre de un emocionante viaje a través del tiempo en Estados Unidos durante profundas transformaciones (con un enfoque obviamente ambiental, pero también con toques políticos y tecnológicos, que se presentan al público de forma “seca” y “cruda”, solo para destacar los cambios más específicos, como la llegada de la motosierra para cortar leña y la implementación de nuevas políticas de protección ambiental).

La película, narrada por Will Patton en tercera persona, narra la historia de Robert con una intensa carga dramática, a la vez que logra una gran serenidad en los momentos más puntuales. Literalmente, como todos los altibajos de la vida. Al abordar el amor, la pérdida, el duelo, la culpa y los recuerdos (entre otros temas menos profundos, pero igualmente importantes para el desarrollo de esta sólida narrativa), nos encontramos ante un viaje profundo, poético y reflexivo sobre la importancia de valorar el camino completo y no solo el destino. Metafóricamente, el guion también se apoya en algunos elementos que nos hacen dudar de todo lo que se ve en pantalla.

Junto a nombres como Felicity Jones y William H. Macy (quienes interpretan buenos personajes secundarios... pero que podrían haber sido mejor desarrollados), Joel Edgerton ofrece una actuación relativamente "contenida", pero igualmente explosiva en los momentos oportunos, explorando con destreza los fantasmas del pasado en una mente perturbada por una inconmensurable falta de valor. El guion favorece la presencia de todos los personajes (aunque a veces de forma más superficial), otorgándoles funciones específicas dentro de la trama (solo eché en falta una mayor interacción entre ellos para consolidar mejor la idea de la interacción humana dentro del grupo).

Sueños de Trenes es una película que, sobre todo, habla de la resiliencia de los seres humanos y su capacidad de reconstruirse en medio del caos. Al mismo tiempo, es una película que (en mi opinión) "transforma" las vías del tren en una gran analogía de cómo cada persona es capaz de crear y dejar legados en diferentes estaciones a lo largo de su vida (algo que se muestra sutilmente cuando los trabajadores relatan sus aventuras en cada tipo de trabajo realizado en diversas regiones). Es precisamente en el tercer acto donde la trama crece enormemente, haciéndonos reflexionar profundamente sobre cómo nosotros mismos construimos nuestro propio camino, alimentando la idea de no ser olvidados.

Sinopse: Um pacato lenhador leva uma vida tranquila (embora aparentemente sem maiores propósitos) enquanto lida com o amor, perda e memórias numa época de intensas transformações nos Estados Unidos ambientais, precisamente no início do século XX.

A ideia de conseguir enxergar beleza na tristeza pode até ser antagônica para muitas pessoas (e naturalmente isso tem um fator humano que é facilmente compreensível dentro de uma esfera que é sempre muito complexa), mas se todos nós podemos desenvolver a capacidade para diferenciar esses momentos (ainda que isso sempre exija de nós um nível de autoconhecimento mais aprimorado), tudo fica relativamente mais “compreensível” na medida em que nós vamos organizando tudo em diferentes prateleiras na nossa mente. A sobriedade desse roteiro tocante consegue provar isso, e o diretor Clint Bentley (parcialmente responsável por também escrever uma parte do roteiro) faz um trabalho incrível.

Seguindo os passos do determinado protagonista Robert Grainier (lenhador psicologicamente melancólico que vê sua vida mudar completamente depois de conhecer Gladys, a mulher com quem ele formou uma família), a audiência tem uma visão imersiva sobre a rotina diária profissional na vida de um grupo de lenhadores, que eventualmente trabalham juntos em diferentes momentos e consequentemente, acabam compartilhando momentos divertidos e emocionantes ao trocarem experiências pessoais em meio ao “confinamento” que é exigido dentro das florestas com árvores muito imponentes que nos trazem a nítida sensação de longevidade através do tempo (ainda que “cobertas” por edificações).

Em meio a cansativa rotina de um trabalho exaustivo, Robert precisa então lidar com dois tipos de situações específicas: viver à vida ao lado de sua família (mulher e filha) e viver à vida sendo lenhador sem grandes perspectivas profissionais. O equilíbrio mental exigido de Robert para que ele consiga fazer isso é sentido pelo público, e tudo se torna ainda pior quando um evento trágico acontece na vida dele, criando uma esfera sombria onde a singeleza de alguns eventos tem um peso muito maior do que qualquer um de nós consegue imaginar. O roteiro capta essa essência e joga tudo na tela, mas o faz de uma maneira linear, sem grandes surpresas ou momentos emblemáticos... É “apenas” à vida acontecendo.

Entre o bucólico e o idílico, a ambientação da trama acontece em meio a muitas e belas paisagens naturais (destacando um trabalho feito por uma equipe de fotografia que é indiscutivelmente competente e cirúrgico a ponto de encher os nossos olhos com tantos lugares de fácil apreciação), jogando no meio delas, um personagem que tem uma construção simples, mas que ao mesmo tempo é forte e sensível pelos ganhos e perdas que carrega consigo ao longo da sua vida. Tudo isso é abraçado por uma trilha sonora monocromática, mas que é totalmente assertiva em todos os seus acordes por conseguir amarrar tantos (e diferentes) tipos de sentimentos dentro de uma mesma “embalagem” tão significativa.

Há uma boa dose de lirismo dentro desse roteiro, porque o modo como a trama é desenvolvida favorece um desenrolar relativamente lento para o que vai acontecendo. No entanto, esse ritmo é mais do que justificável porque o filme traz toda sua força motriz apoiando-se em uma emocionante viagem no tempo dentro do solo estadunidense em profundas transformações (com um destaque obviamente ambientalista, mas também com toques políticos e tecnológicos, que vão sendo apresentados ao público de maneiras “secas” e “cruas”, apenas para evidenciar as mudanças mais pontuais... como a chegada da serra elétrica para cortas os troncos, e a implementação das novas políticas de proteção ambiental).

O filme é narrado (por Will Patton) em terceira pessoa, e contra a história de Robert com um peso dramático intenso, na mesma medida em que também consegue ser muito calmo em momentos mais precisos. Literalmente, como todos os altos e baixos na vida de qualquer pessoa. Lidando com amor, perda, luto, culpa e memórias (dentro outros temas menos profundos, mas ainda sim, importantes para o desenvolvimento dessa sólida narrativa), nós estamos diante de uma profunda caminhada poética e bem reflexiva sobre como é importante valorizar todo percurso e não só a chegada. Metaforicamente, o roteiro também aposta em alguns elementos que nos fazem duvidar de tudo o que está ali na tela.

Ao lado de nomes como Felicity Jones e William H. Macy (que interpretam bons personagens coadjuvantes... mas que poderiam ter sido melhor desenvolvidos), Joel Edgerton entrega uma performance relativamente “contida”, mas que é igualmente explosiva nos momentos certos, ao explorar habilmente os fantasmas do passado dentro de uma mente perturbada por uma ausência de valor imensurável. O roteiro favorece a presença de todos os personagens (ainda que de maneira mais superficial em alguns momentos), fazendo com que eles tenham funções específicas dentro da trama (apenas senti falta de uma maior interação entre eles para fidelizar melhor a ideia de interação humana entre o grupo).

Sonhos de Trem é um filme que, acima de tudo, fala sobre à resiliência do ser humano em ser capaz de se reconstruir em meio ao caos. Em paralelo, é um filme que (particularmente falando) “transforma” os trilhos dos trens uma grande analogia sobre como cada pessoa é capaz de criar e deixar legados em diferentes estações ao longo da vida (algo que é mostrado sutilmente quando os trabalhadores falam sobre suas aventuras em cada tipo de trabalho feito em diversas regiões) e é justamente no terceiro ato que a trama cresce de maneira gigantesca, nos fazendo refletir profundamente sobre como nós mesmos estamos construindo nosso próprio caminho, alimentando a ideia de não sermos esquecidos.